31 Jul Qué es el repilo del olivo
Con el nombre científico de Spilocacea oleagina, el repilo del olivo es una de las enfermedades más comunes que podemos encontrar en el olivar. Además de frecuente, es una de las más perjudiciales en este tipo de cultivo, generando grandes pérdidas a agricultores; por ello os contamos qué es el repilo del olivo y cómo podemos tratarlo.
Qué es el repilo del olivo
Aunque no se tienen registros precisos al respecto, el repilo del olivo es una enfermedad que ha afectado a los cultivos de olivos durante milenios; siendo un problema desde que se empezó a cultivar este árbol frutal. Como comentábamos, a día de hoy es una de las enfermedades más comunes, aunque los avances en el terreno fitosanitario han facilitado el controlar esta enfermedad.
Esta infección es causada por el hongo Spilocacea oleagina, que se desarrolla bajo la cutícula superior de las hojas del olivo al producirse unas condiciones de temperatura y humedad concretas. Sin embargo, no solo estos dos factores, ajenos a la gestión agrícola; pueden colaborar al desarrollo de este hongo. El estrés nutricional y el hídrico, e incluso daños mecánicos; hacen que la planta y sus hojas estén más susceptibles a esta infección fúngica.
Reconocerlo en nuestro cultivo es fácil, siendo sus manchas oscuras y redondas en el haz foliar, unas de las características más visibles. En caso de que la enfermedad avance, podremos ver como estas manchas tornarán a tonos negros.
Qué daños produce el repilo
Una de las consecuencias del repilo del olivo es la caída prematura de sus hojas. Inevitablemente, esta caída del follaje supone un problema en la fotosíntesis del árbol, que verá disminuida su capacidad para producir los nutrientes necesarios para su desarrollo.
En menor medida, también se pueden producir daños en el fruto, que verá reducido su tamaño; y en casos muy severos, puede alterar el sabor de la aceituna, haciéndola mucho más amarga. También, puede ocasionar la caída prematura del fruto, en condiciones en las que el hongo afecte al pedúnculo.
En definitiva, un cultivo de olivo infectado por repilo presentará un inevitable debilitamiento del árbol y mayor susceptibilidad a otras enfermedades y plagas; lo que se traduce en una pérdida en la producción y una disminución en la calidad de los frutos.
Medidas preventivas
Si nos adentramos en las medidas preventivas contra la infección por repilo, sin duda la poda es uno de los grandes aliados contra esta enfermedad. Con esta poda selectiva modificamos la estructura del árbol, influyendo directamente tanto en la ventilación como en la iluminación del mismo; dos factores directamente relacionados con la posible formación de este hongo.
Por otro lado, debemos procurar una fertilización equilibrada del cultivo, evitando un exceso de nitrógeno que pueda aumentar la susceptibilidad a esta enfermedad; además de la inclusión de potasio, que aumentará la resistencia a la misma.
Debemos hacer hincapié de igual modo en el riego del olivar, siendo el encharcamiento uno de los grandes enemigos. En este caso, el sistema de riego por goteo es una de las mejores opciones, pudiendo hidratar de forma precisa y localizada, evitando un exceso de humedad en la zona foliar que pueda promover la aparición del repilo.
Tratamiento del repilo del olivo
Dentro de una buena gestión agrícola, es recomendable contar con productos fitosanitarios que nos ayuden a prevenir, controlar y erradicar la aparición de este hongo. Con este fin, los fungicidas que incorporan el cobre en su formulación son una gran opción. Un ejemplo es Transcobre 40 Wg, uno de nuestros fungicidas por contacto, compuesto por sulfato tribásico de cobre al 40 %.
Otra opción es Repimax, una suspensión concentrada que incluye dodina en su formulación; la cual además de actuar con gran rapidez y por un tiempo prolongado, es eficaz contra otros hongos que pueden atacar los cultivos de olivos.
En definitiva, el repilo del olivo es una amenaza constante, pero con las herramientas y conocimientos adecuados podemos mantener nuestros olivares saludables. La prevención a través de prácticas culturales adecuadas, como la poda, la fertilización y el riego, combinada con el uso responsable de productos fitosanitarios, es fundamental para garantizar una producción sostenible y de calidad.
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